Observaciones sobre el cine en Paraguay hoy

«La moda es la manada; lo interesante es hacer lo que a uno le dé la gana» Luis Buñuel

Por Agu Netto

agunetto@yahoo.com

El Cine es un proceso de formación, creación, producción, difusión y recopilación. En Paraguay, hacemos y miramos cine hace más de cien años. Hay pioneros y precursores, como Carrón, Cuenca, Gamarra, De Tone, Armele, Masi, Saguier, Marcos, Ruiz Nestosa, Gallegos, Dubois, y muchos otros que ya vienen transitando este camino, mezclando un poco la televisión, los comerciales y circuitos alternativos. Se han filmado diversas temáticas: pueblos originarios, Chaco paraguayo, centros urbanos, personas destacadas, imágenes de la Guerra del Chaco, la dictadura. Si lo situamos en perspectiva, en un punto del tiempo encontramos dos grandes producciones que se destacan sobre el resto: El Pueblo, de Carlos Saguier (1968),  y Cerro Corá, de Guillermo Vera (1978). Tiempo después, en el siguiente siglo, la ola vuelve a levantarse con las operas primas, Hamaca paraguaya, de Paz Encina (2006), y 7 cajas, de Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori (2012), que dentro de un contexto latinoamericano de importante producción cinematográfica, dan un nuevo empujón al cine local.   

Paraguay en el Cine Latinoamericano 

Hablar de cine latinoamericano es hablar de producciones diferentes, historias singulares y resultados llamativos. Un cine que ha ido buscando una identidad propia y que, día a día, gana más adeptos en el mundo, en cuanto a público y en cuanto a presencia en los grandes festivales internacionales. Históricamente, los grandes productores del continente han sido México, Argentina y Brasil, pero también otros países, como Colombia, Chile, Perú, han tenido importantes producciones, muchas de ellas en colaboración con productoras internacionales. Los grandes festivales –Cannes, Berlín, Toronto, Sundance, Venecia, Mar del Plata- se han mostrado muy interesados en las temáticas y estéticas latinoamericanas, que si bien vienen produciéndose desde hace décadas, hoy se encuentran en un estado que alcanza un nivel de calidad y un nivel técnico óptimos, y esto marca una diferencia. Varios realizadores, guionistas, actores y fotógrafos latinoamericanos están siendo constantemente premiados en estos festivales, inclusive en los famosos Oscar; por ejemplo, Lubezki, director de fotografía mexicano con tres Oscares seguidos, es inédito. 

Un tema recurrente en el cine latinoamericano refiere a la realidad que se vive en las calles, el desamparo, las drogas, la prostitución. Inclusive, dentro de estos abordajes también hay un cine ‘porno-miseria’, que nos muestra cómo las drogas y la prostitución no sólo son un gran negocio para facinerosos, sino también para cierta cinematografía latina e internacional. Si bien estas temáticas son esperadas por el cine europeo y anglosajón, también otras propuestas se han ido sumando, como aquellas que hablan de las dictaduras latinoamericanas. Militares, estudiantes, grupos guerrilleros y torturas, han sido parte de un movimiento de cine denuncia que ha contado al mundo la gran problemática que sufrió nuestro continente en las décadas de los años ´60, ´70 y ´80. Son cuestiones que han enriquecido notablemente al cine regional. Así como los europeos reviven constantemente sus guerras, nosotros revisamos nuestras dictaduras, y ahí encontramos una infinidad de historias: sociales, políticas, artísticas, deportivas. 

Este auge del cine latinoamericano no es producto del azar, y esto es clave entender hoy para entrar en perspectiva. Más bien, son resultados de procesos de apuesta al cine. Desde leyes de cine con un fomento constante y sostenido, países -algunos- que promocionan la formación de profesionales que puedan registrar y realizar productos de primer nivel; libertad en las temáticas y sobre todo variedad y rigor en los temas elegidos. En este proceso es fundamental la formación de directores, guionistas, fotógrafos, sonidistas y montajistas en importantes escuelas profesionales de cine (inversión); el tratamiento intenso de las ideas y la rigurosidad en la elección de temas históricos y autóctonos; la referencia de la literatura latinoamericana como conocimiento que da contexto a las historias; y la presencia país en los grandes centros culturales, festivales, encuentros y congresos para promocionar un cine emergente y latente (Programas como Ibermedia, Institutos de Cine, Co-Producciones, Leyes, Cinematecas, Organizaciones, etc.)  Estos ejemplos muestran el camino para afianzar un buen plan de política cultural y la cantidad de tiempo y dinero que esto conlleva. Chile, Colombia, Perú, Argentina, Uruguay, Bolivia, han entendido esta necesidad. ¿Ocurre así también en Paraguay? 

Del cine hecho en Paraguay al cine paraguayo 

Es esencial apuntar a leyes de fomento, a un Instituto Nacional que garantice el acceso a la formación profesional, a una Cinemateca Nacional, a foros, talleres, becas, organizaciones del sector (como OPRAP, DOCPY, CAMPRO, Academia, mesas consultivas), al análisis en la selección de temas y al conocimiento de narrativas cinematográficas (a nivel fotográfico, como de sonido y montaje) para que en algún momento podamos empezar a hablar de cine paraguayo y no de cine hecho en Paraguay. 

Dos maneras de ver al cine  

El cine en general tiene dos grandes divisiones: el cine de autor, con tendencia a la producción más artesanal, y de temática social y política; y el cine comercial, que se mueve más en una dinámica industrial. Estas dos formas de producir encajan perfectamente: una propone una búsqueda de lenguaje y atmósfera, con una mirada autoral y un trabajo quirúrgico en la imagen y en el sonido; y la otra, se enfoca en un público que pide entretenimiento, humor y un ritmo más vertiginoso en su realización (varias locaciones, colores, movimiento, sonidos, música, montaje rítmico), aquello que gran parte del público local esperaba hace años para llenar las salas.

Si bien hubieron varias producciones entrando al nuevo milenio, existen dos grandes protagonistas en los últimos años que encarnan estas dos visiones del cine a nivel local: Hamaca paraguaya, de Paz Encina (2006), y 7 Cajas, de Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori (2012). Las dos producciones tienen un protagonismo y una presencia muy marcada en el escenario nacional e internacional, pero con características bien diferentes. Hamaca Paraguaya, instala nuevamente a Paraguay en el mundo del cine de los grandes festivales y de la crítica, y al referirnos a la crítica es donde la película de Paz surfea sus mejores olas: ganadora del premio FIPRESCI, en la categoría Certain Regard, de Cannes, siendo éste un galardón muy anhelado por cualquier cinematografía mundial; y varios otros premios muy reconocidos. 7 Cajas, en  cambio, llevó 270.000 personas de público nacional en cerca de 20 salas, teniendo en cuenta que en ese momento un poco menos de un millón de personas iba al cine anualmente, y menos del 20 por ciento de personas asistió alguna vez al cine en Paraguay. ¡Una locura! Explotó la taquilla, sin olvidar las 70.000 personas en Argentina (cuarta película latinoamericana más taquillera). 

El gran empujón 

Aunque con rasgos bien marcados a nivel de realización y de mercados, Hamaca paraguaya y 7 cajas comparten un aspecto: son realizadas dentro de un modelo de producción industrial, donde las producciones son excesivamente costosas y la industria local es incipiente. Una, con técnicos, equipos y personal internacionales de experiencia; y la otra, con un gran despliegue en el set, una estructura bien ordenada, grandes dimensiones, mucha gente y muchos asistentes. Pero lo interesante es que las dos películas mencionadas aparecen en un momento oportuno, puesto que se debe tener el producto en las manos -en la cinta, en el disco duro-, para poder aprovechar las oportunidades. Eso ocurrió con Hamaca paraguaya y 7 Cajas, y es ahí donde vino el gran empujón, o la nueva ola.  

Ambas producciones tienen varios atributos positivos y los deberes muy bien hechos, no son productos de la casualidad, ni mucho menos de la suerte. Tanto Paz Encina, como Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori, vienen trabajando en el audiovisual hace más de 30 años. Se formaron juntos, haciendo producciones televisivas y comerciales de gran envergadura. Luego, Paz Encina elige estudiar cine afuera, y Juan Carlos Maneglia y Tana Schembori siguen trabajando en su productora sin parar; así, forman una escuela de actores y una corriente de seguidores; en paralelo, toman cursos de cine fuera del país, en NY Film Academy y en EICTV, de Cuba.  Paz, ingresa a la FUC en Argentina, una escuela muy prestigiosa y de una mirada cinematográfica muy particular. 

Tanto Hamaca paraguaya, como 7 Cajas, llevaron varios años en realizarse, como suele pasar con las operas primas, donde el realizador se toma más tiempo, y los productores y el equipo se preparan con antelación, proceso recomendado para un buen resultado.

Un aspecto que también contribuyó a la formación de esta nueva ola del cine nacional es la tecnología, que facilitó y potenció el acceso a equipos y a contenidos. Antes, acceder a una cámara de cine era bastante complicado y costoso, uno podía realizar sus materiales en una escuela de cine, o teniendo acceso a los grandes canales o estudios. Después, con la llegada del video, estos trabajos se realizaron de forma amateur, como ejercicios y experimentación en cinta, pero no eran considerados para festivales de cine, o la salida al aire en algún canal de TV. Pero, esto cambió y se empezó a tener acceso a equipos más pequeños, de menores costos, con la introducción al mercado de la tecnología del chip, que reemplazó a los grandes tubos electrónicos. Las cámaras digitales abrieron el espectro de las posibilidades en cuanto a imagen (definición y luminancia). También apareció Internet, y la comunicación empezó a tener otra dinámica y otra llegada.  Anteriormente, se debía acudir a las salas para poder ver buen cine, la mayoría comerciales, o cada vez que uno viajaba, aprovechaba y veía cine alternativo, el de los festivales; o esperaba que alguien llegue de algún viaje al exterior para pedir prestado un VHS original, o los famosos DVDs; todo era más restringido, y encima sin una Cinemateca Nacional. Sin embargo, hoy las redes revolucionan día a día la forma de mirar y acceder a los materiales (pay per view, VOD, Streaming). 

Todo esto, más el auge del cine latinoamericano, hace que Paraguay además de sonar en lugares remotos, pueda ser visto in situ, gracias a aquellos, que a mi parecer, hicieron bien los deberes, como  Martinessi, Gómez, Costa, Rial, Ullón, Godoy, Collar, Giménez, Lamar, Adorno, Tolse, Aguirre, entre otros. 

Reflexiones finales

“Quiero volver a los orígenes del cine: a la improvisación; eliminar esa Gestapo que es el guión, para que de cada plano crezca un pedazo del universo” 

Luis García Berlanga

¿Los resultados del empujón, los estamos aprovechando? ¿Nos damos tiempo para interpretarlos y dialogar con ellos? Si nos saltamos procesos difícilmente los aprovechemos. Ojala el ímpetu del empuje nos inspire y alineemos las piezas para seguir la ola. Hacer cine implica trabajar, leer, pensar, debatir y analizar cine (narrativas, filmografías, crítica); cine no es TV, cine no es spot, cine no es videoclip, audiovisual no necesariamente es cine.  Si quiero ganar un partido de fútbol de campo, no traigo jugadores de futsal; si quiero ganar un partido de tenis, no traigo jugadores de squash o padel. Si quiero ganar, entreno. 

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La finalidad del arte cinematográfico no es dar un mensaje;  sino golpear, herir, y anestesiar.

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